Orange Africa Cup of Nations
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Gol de Ayew que de momento clasifica a Ghana.
Method Man- Campeón del Mundo
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Method Man escribió:Malí fue eliminada a pesar de ganar 3-1 a Malawi.
Además hubo tongo entre Argelia y Angola,justo cuando vieron que iban ganando Kanoute&co.empezaron a jugar descaradamente aburrido,sin crear ocasiones de gol para que con el empate pasaran ambas selecciones.
Ghana se juega su pase hoy a las 17 con Burkina Faso,y la Nigeria de Mikel tiene su pase en el aire,debe ganar mañana a Mozambique.
La Nigeria de Mikel o lo que es lo mismo... la Nigeria de Etuhu!
Cott- League Two
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Resultados partidos finalizados:
Egipto 2-0 Benín
8' Ahmed El Mohamady 1 - 0
23' Emad Moteab 2 - 0
Nigeria 3-0 Mozambique
45' Peter Osaze Odemwingie 1 - 0
47' Peter Osaze Odemwingie 2 - 0
86' Obafemi Martins 3 - 0
Egipto 2-0 Benín
8' Ahmed El Mohamady 1 - 0
23' Emad Moteab 2 - 0
Nigeria 3-0 Mozambique
45' Peter Osaze Odemwingie 1 - 0
47' Peter Osaze Odemwingie 2 - 0
86' Obafemi Martins 3 - 0
Method Man- Campeón del Mundo
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Rotunda victoria de los nigerianos para certificar su pase a 4tos.
Además Egipto ganó de nuevo,esta vez a Benín,y completa 3 de 3 victorias.
Pasan de momento a 4tos:
-Angola
-Argelia
-Costa de Marfil
-Ghana
-Egipto
-Nigeria
Y queda por resolver el Group4,mañana se decidirán las 2 selecciones que pasan también de fase.
Ah,según la web oficial de la CAF,estos son de momento los 2 enfrentamientos en 4tos:
Angola V Ghana 24/01/2010 17H:00 LUANDA
Cote d'Ivoire V Algeria 24/01/2010 20H:30 CABINDA
Además Egipto ganó de nuevo,esta vez a Benín,y completa 3 de 3 victorias.
Pasan de momento a 4tos:
-Angola
-Argelia
-Costa de Marfil
-Ghana
-Egipto
-Nigeria
Y queda por resolver el Group4,mañana se decidirán las 2 selecciones que pasan también de fase.
Ah,según la web oficial de la CAF,estos son de momento los 2 enfrentamientos en 4tos:
Angola V Ghana 24/01/2010 17H:00 LUANDA
Cote d'Ivoire V Algeria 24/01/2010 20H:30 CABINDA
Method Man- Campeón del Mundo
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Angola - Ghana... ahí tengo el corazón partido, por un lado en Angola está jugando Rui Marques, pero Ghana representa al gran Yeboah... Que gane el mejor.
Re: Orange Africa Cup of Nations
Kanoute anunció que en la Copa de África jugó su último partido como internacional.
Re: Orange Africa Cup of Nations
La verdad es que después del tongazo entre Angola y Argelia, no me extraña que el pobre hombre esté descorazonado
De todas formas Mali me parece un equipo como Togo; que vive más de los tres jugadores conocidos, que del conjunto de la selección nacional
De todas formas Mali me parece un equipo como Togo; que vive más de los tres jugadores conocidos, que del conjunto de la selección nacional
Dahlin- Premier League Legend
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Angola 0-1 Ghana
Angola queda eliminada de su copa. Supongo que en los próximos días Rui Marques llegará a Leeds, cosa que me alegra ya que necesitaremos de su veteranía, sobre todo en el vestuario, para afrontar el asalto definitivo al asecenso y para el replay contra los Spurs en Elland Road.
A partir de aquí espero que Ghana se lleve la copa.
Angola queda eliminada de su copa. Supongo que en los próximos días Rui Marques llegará a Leeds, cosa que me alegra ya que necesitaremos de su veteranía, sobre todo en el vestuario, para afrontar el asalto definitivo al asecenso y para el replay contra los Spurs en Elland Road.
A partir de aquí espero que Ghana se lleve la copa.
Re: Orange Africa Cup of Nations
Haber que pasa con Nigeria y Marfil..
Method Man- Campeón del Mundo
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Re: Orange Africa Cup of Nations
De momento empatan Marfil 1-1 Argelia.
Method Man- Campeón del Mundo
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Golazo de Keita para meter a los marfileños en semis(2-1).
Method Man- Campeón del Mundo
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Y Argelia empata 2-2 en el último suspiro.
Irán a prórroga.
Irán a prórroga.
Method Man- Campeón del Mundo
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Gol de Argelia en la pro.
2-3
2-3
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Argelia se lleva el partido y es semifinalista
Yo creo que en la prorroga le han mangado un gol a los marfileños por supuesto fuera de juego
Yo creo que en la prorroga le han mangado un gol a los marfileños por supuesto fuera de juego
Dahlin- Premier League Legend
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Bueno pues Drogba y Kalou vuelven al Chelsea
Si me diesen a elegir preferiría que volviese Obi Mikel,porque ahora mismo necesitamos a un 5 urgentemente,pero está claro que los marfileños van a repercutir positivamente en el rendimiento del equipo.
Haber si Didier se pone las pilas y puede ir a por el pichichi,que por ser negro de momento se le escapa
Si me diesen a elegir preferiría que volviese Obi Mikel,porque ahora mismo necesitamos a un 5 urgentemente,pero está claro que los marfileños van a repercutir positivamente en el rendimiento del equipo.
Haber si Didier se pone las pilas y puede ir a por el pichichi,que por ser negro de momento se le escapa
Method Man- Campeón del Mundo
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Zambia se recupera de la tragedia de 1993
Un accidente aéreo acabó con su mejor generación de futbolistas.
Un accidente aéreo acabó con su mejor generación de futbolistas.
El 28 de abril de 1993 el avión que transportaba a la mejor cosecha de jugadores de fútbol que nunca ha visto Zambia se precipitó en el océano Atlántico, frente a las costas de Gabón muriendo 18 futbolistas además de los entrenadores y el presidente de la Federación. No hubo ni un superviviente y aquella terrible tragedia ha marcado para siempre el deporte y la vida de ese pequeño país africano.
La calidad y las posibilidades de aquella generación truncada, en la que destacaban futbolistas como Charly Musonda, Johnson Bwalya o Kalusha Bwalya, quedó evidenciado en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, cuando Zambia goleó y humilló (4-0) a una Italia en la que militaban jugadores tan contrastados como Tassotti, Ferrara y Carnevale. Antes de esta soberbia actuación en Corea, los magníficos futbolistas zambianos ya habían dejado su tarjeta de visita en la Copa de África de 1974, donde jugaron la final y perdieron frente a Zaire (empataron a dos en el primer partido y cayeron 2-0 en el desempate).
La calidad y las posibilidades de aquella generación truncada, en la que destacaban futbolistas como Charly Musonda, Johnson Bwalya o Kalusha Bwalya, quedó evidenciado en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988, cuando Zambia goleó y humilló (4-0) a una Italia en la que militaban jugadores tan contrastados como Tassotti, Ferrara y Carnevale. Antes de esta soberbia actuación en Corea, los magníficos futbolistas zambianos ya habían dejado su tarjeta de visita en la Copa de África de 1974, donde jugaron la final y perdieron frente a Zaire (empataron a dos en el primer partido y cayeron 2-0 en el desempate).
Después de la tragedia y tras llorar y honrar a sus muertos, Zambia, liderado por Kalusha Bwalya, que no viajaba en el avión siniestrado por estar lesionado, aún tuvo arrestos para armar un equipo de circunstancias y plantarse en la final de la CAN de 1994, que perdió ante Nigeria.
Tras una prolongada sequía, Zambia volvió a la vida deportiva en Ghana 2008, donde no pasó de los cuartos, pero ahora en Angola los Chipolopolos (Balas de cobre) se han clasificado para la segunda ronda, en otra gran lección de superación deportiva. "Aquella generación es irrepetible pero la de ahora, con futbolistas como los hermanos Katongo, Rainford y Mulenga, está dando muestras de mucho carácter y justo es reconocer que nuestro juego ha mejorado mucho con respecto a 2008", afirma en su español-mexicano (jugó en cuatro equipos mexicanos), Kalusha Bwalya, ahora presidente de la federación. Los signos de mejora los sufrió en su carnes Camerún, la selección que dio la puntilla a los zambianos en Ghana 2008, pero que sudó tinta para imponerse a Zambia en Lubango. "Nadie olvida aquello, pero Zambia está en vías de recuperarse de aquella tragedia y estar en semifinales es un premio extraordinario, vamos a disfrutarlo jugando mejor todavía" opina su entrenador el francés Herve Renard.
Re: Orange Africa Cup of Nations
Recuerdo este hecho
El equipo acababa de jugar un partido de clasificación para la Copa de África frente creo a Islas Mauricio, y la había goleado por 3-0
La siguiente parada era Senegal en la fase de clasificación para los Usa 94. El mismo grupo era completado con Marruecos; es decir en la fase de clasificación final, eran 3 grupos de 3 equipos y se clasificaban los tres primeros
El avión salió de Zambia y se precipitó en las aguas de Gabón, muriendo todos los integrantes de la selección nacional, periodistas, tripulación, cuerpo técnico y pilotos.....es decir, todos. El avión era militar
El caso de Kalusha Bwalya, y que se salvara, se debió no a que estaba lesionado, sino que viajó por sus propios medios a Senegal, ya que era el único jugador de Zambia de aquella convocatoria que jugaba en un club europeo. También se salvó el portero habitual (no recuerdo su nombre) que en aquella ocasión no viajó por no estar convocado, pero que a punto estuvo de hacerlo para acompañar y dar ánimos morales a la selección
Zambia empató después en Senegal y se quedó sin mundial, pero como bien dices, con un equipo renovado, se plantó en la final de Túnez 94 y perdió contra Nigeria por 2-1. De hecho marcó primero Zambia en el minuto 3 por medio del lateral Litana, que más tarde se convertiría en el capitán de la selección, que fracasó en sus intentos de clasificación para Francia 98, y luego se fue diluyendo en clasificaciones fracasados y pasos más que discretos en posteriores copas de África
No se como estará ahora su conjunto nacional, y espero, aunque no creo, que pase de cuartos
Como anecdota final decir que me encantaba su uniforme hace años (no el de ahora) que era con la camiseta de color dorado, y los pantalones negros. Una pasada!!
El equipo acababa de jugar un partido de clasificación para la Copa de África frente creo a Islas Mauricio, y la había goleado por 3-0
La siguiente parada era Senegal en la fase de clasificación para los Usa 94. El mismo grupo era completado con Marruecos; es decir en la fase de clasificación final, eran 3 grupos de 3 equipos y se clasificaban los tres primeros
El avión salió de Zambia y se precipitó en las aguas de Gabón, muriendo todos los integrantes de la selección nacional, periodistas, tripulación, cuerpo técnico y pilotos.....es decir, todos. El avión era militar
El caso de Kalusha Bwalya, y que se salvara, se debió no a que estaba lesionado, sino que viajó por sus propios medios a Senegal, ya que era el único jugador de Zambia de aquella convocatoria que jugaba en un club europeo. También se salvó el portero habitual (no recuerdo su nombre) que en aquella ocasión no viajó por no estar convocado, pero que a punto estuvo de hacerlo para acompañar y dar ánimos morales a la selección
Zambia empató después en Senegal y se quedó sin mundial, pero como bien dices, con un equipo renovado, se plantó en la final de Túnez 94 y perdió contra Nigeria por 2-1. De hecho marcó primero Zambia en el minuto 3 por medio del lateral Litana, que más tarde se convertiría en el capitán de la selección, que fracasó en sus intentos de clasificación para Francia 98, y luego se fue diluyendo en clasificaciones fracasados y pasos más que discretos en posteriores copas de África
No se como estará ahora su conjunto nacional, y espero, aunque no creo, que pase de cuartos
Como anecdota final decir que me encantaba su uniforme hace años (no el de ahora) que era con la camiseta de color dorado, y los pantalones negros. Una pasada!!
Dahlin- Premier League Legend
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Re: Orange Africa Cup of Nations
He encontrado este artículo de hace años del periódico El Mundo, que relata lo acontecido;
Volver a empezar
Sabían que estaban expuestos a un accidente. El destartalado avión en el que viajaban les había dado ya varios sustos hasta que el 28 de abril del año pasado se precipitó al mar cuando se dirigían a Senegal para disputar un partido. En el accidente desapareció la selección nacional de Zambia. La tragedia conmocionó a un país pobre, donde el fútbol es la única religión capaz de unir a sus setenta y tres tribus. Pero un nuevo equipo ha resurgido con fuerza para llevar la ilusión perdida a los desconsolados hinchas.
#FUTBOL EN ZAMBIA
Por Dudley Doust
Desde las treinta tumbas, montones de tierra parda, se domina el seco y ondulado monte bajo. Están todas cubiertas de flores, marchitas o frescas, bajo plásticos polvorientos sujetos con ladrillos. En la cabecera de cada tumba hay una foto de un hombre que murió en el accidente de aviación. «Kangwa ha escrito una persona dolorida al borde de una de las fotos , ¿de verdad te has ido?».
Cuando me inclinaba para leer otra inscripción garabateada, se oyó a mi espalda un chasquido. «India Uno a control...». Era el transmisor de un vigilante que informaba de mi aparición. Para visitar el lugar se requiere autorización, ya que, durante las semanas posteriores a la tragedia, robaban las flores de las tumbas. «Hinchas futbolísticos me explicó el vigilante- que se llevaban recuerdos».
En el cementerio, situado en un pedregal frente al estadio de la Independencia, de Lusaka, reposan los treinta zambianos, entre ellos los dieciocho jugadores y los seis entrenadores y directivos de la selección nacional, que murieron el 28 de abril del año pasado al estallar y caer al Atlántico, frente a las costas de Gabón, el avión en el que viajaban. El equipo, puntal del fútbol africano, se dirigía a Senegal para disputar un partido clasificatorio para el Mundial. La noticia del accidente apenas se difundió fuera de Africa, pero llevó la desolación al pueblo de Zambia. «La capacidad de Zambia para sobreponerse a esta tragedia decidirá su suerte futbolística decía a la mañana siguiente el periódico Times of Zambia . Si había llegado tan lejos, no hay motivos para no creer que no pueda resurgir de las cenizas de esta tragedia».
El fútbol es un factor de gran importancia en Africa, sobre todo en esta enorme república de escasa población con una inflación del 200 por ciento anual y en la que abunda el paro. «Tenemos setenta y tres tribus que hablan nueve lenguas dice el locutor Dennis Liwewe, la "voz" del fútbol zambiano .
Somos mayoritariamente cristianos, pero no se llamen ustedes a engaño: la religión que nos une es el fútbol». A comienzos del año pasado, el equipo zambiano, con su mezcla de juventud y experiencia, tenía muchas esperanzas. Por primera vez, era serio candidato a uno de los tres puestos africanos de las finales del Mundial, que se disputará este verano en Estados Unidos.
Cruciales para esas esperanzas eran dos partidos que debían jugarse durante una gira de doce días: contra Mauricio, el 25 de abril, y contra Senegal, el 2 de mayo. El equipo de Mauricio era flojo y por eso la Asociación de Fútbol de Zambia, escasa de fondos, no recurrió a sus tres jugadores establecidos en Europa, en especial el capitán del equipo, Kalusha Bwalya, un delantero de categoría mundial que juega en el equipo holandés PSV Eindhoven. Convocaron para la ocasión a brillantes secundarios, como el rápido defensa Winter Mumba. De veintitrés años, era semiprofesional, como casi todos sus compañeros, y ganaba quince mil pesetas al mes trabajando de mecánico en las minas de cobre del norte, la principal cantera futbolística del país.
El cinturón del cobre.- Mumba vivía en una casa de su empresa, de color azul pálido, junto a un basurero, que se encontraba siempre repleta, debido a la nutrida familia del jugador. Compartía con su esposa, Regina, embarazada de ocho meses, los tres dormitorios con ocho parientes, todos en paro menos dos.
Mumba estaba deseando jugar en Europa y, para fortalecer su ilusión, tenía pegado en la puerta de la cocina un póster de Paul Gascoigne. Sin embargo, su equipo favorito era el Manchester City, cuya foto tenía en una librería en un bello marco azul celeste. Su última noche la pasó viendo vídeos de partidos del Manchester City.
Junto a otros jugadores del llamado cinturón del cobre, Mumba viajó cinco horas en autocar para reunirse con el resto del equipo en Lusaka. Una vez allí, el 21 de abril, él y sus diecisiete compañeros de equipo, más siete entrenadores y directivos, cinco miembros de la tripulación y dos periodistas, subieron a un DHC-5 Havilland Buffalo.
El equipo solía desplazarse habitualmente en un Boeing 737, o al menos en un DC-10, alquilado a las líneas aéreas de Zambia. Sin embargo, en esta ocasión, la Asociación Nacional de Fútbol no podía pagar semejante lujo. Se ahorró unos cinco millones de pesetas una nimiedad en el presupuesto de cualquier nación futbolística importante, pero que en Africa constituye una fortuna contratando un Buffalo con veinte años de servicio, un avión destinado al transporte de soldados en distancias cortas, perteneciente a las Fuerzas Aéreas.
La primera etapa del viaje a Mauricio fue penosa. «El avión temblaba continuamente recuerda la periodista Beauty Lupiya, del Times of Zambia . Los motores hacían tanto ruido que tuve que taparme los oídos con las manos». El renqueante Buffalo hizo su escala prevista en Malawi para repostar combustible, pero, al ser un avión militar, se vio inmediatamente obstaculizado por medidas de seguridad. «El avión fue rodeado por soldados dice Lupiya . No permitieron salir a los jugadores. Tuvieron que pasar la noche en los asientos del avión. Yo dormí en la sala de control de pasaportes».
A la mañana siguiente, obtenido el permiso para continuar viaje, el Buffalo se puso en marcha para cruzar el océano Indico, haciendo de nuevo escala en Madagascar para repostar. Lupiya se sentó junto a Kelvin Mutale, el mayor goleador de la liga zambiana, un alegre joven de veinticuatro años, considerado el mejor jugador en un cuarto de siglo. Mutale le tomó el pelo a la guapa periodista. «Beauty le dijo , si nos estrellamos en el mar, el avión flotará. Tiene chalecos salvavidas. Tenemos muchas posibilidades de escapar de la muerte». A Beauty no le hizo ninguna gracia. «Calla ya le dijo , decir esas cosas no es bueno».
El estado de ánimo del equipo cambió en Mauricio. Gracias a la genialidad de Mutale, Zambia ganó por tres a cero. Pero posteriormente, en el vestíbulo del hotel, los jugadores mostraron su preocupación por la siguiente etapa de su gira: un largo vuelo pasando por Lusaka, sobre el corazón de Africa, con escalas para repostar en Congo y Gabón, tras lo cual pasarían una noche en Costa de Marfil antes de seguir hasta Senegal. Allí se reunirían con ellos su capitán, Kalusha Bwalya, y los otros dos compañeros de equipo procedentes de Europa.
Los jugadores estaban inquietos. Instaron a Lupiya a escribir un artículo diciendo que se merecían un avión mejor. Pero Efford Chabala, veterano portero y capitán en funciones, lo impidió. «No escribas nada le dijo . Tenemos que conservar nuestros empleos. Si nos estrellamos y por algún milagro sales viva, puedes decirle a todo el país que el Buffalo no es el mejor medio para viajar».
Sin embargo, los jugadores confiaban en que se les proporcionaría otro avión después de pernoctar en Lusaka. Durante el vuelo, Mutale, persona habitualmente alegre, estaba alicaído. «Me contó que había tenido la premonición de que habría un accidente», recuerda Lupiya. Al aterrizar en Lusaka, el equipo pidió al Times of Zambia que enviase a Lupiya con ellos a Senegal. Ella estaba deseosa de ir. Pero Davey Sakala, el jefe de la sección de deportes, contestó que no, que a Senegal no iría nadie. «Davey me salvó la vida confiesa Lupiya . Y quizá, si hubiese escrito sobre las malas condiciones del Buffalo, podría haber salvado también las vidas de los chicos».
Desde el hotel de Lusaka donde se hospedó el equipo, Momba telefoneó a su esposa. Con un tono solemne, le dijo que confiaba en que el equipo cambiase de avión para ir a Senegal. «El Buffalo casi nos hace zambullirnos en el océano Indico le comentó . Queremos un DC-10». A las ocho de la mañana del día siguiente la volvió a telefonear desde el aeropuerto. Les habían dado otro Buffalo, que estaban revisando en ese momento. «Reza por nosotros y escucha la radio. Entérate de si hemos llegado bien a Senegal».
Un buffalo peligroso.- A las dos de la tarde, con nueve horas de retraso, el Buffalo despegó por fin. Sin Lupiya y sin uno de los directivos. Llegó a Brazzaville sin novedad, pero, según altos mandos congoleños, se detectó un fallo en el motor. No se disponía de la pieza de repuesto. El avión repostó combustible y siguió su viaje. Lo que ocurrió exactamente después sigue sin estar claro. El avión llegó al aeropuerto de Libreville (Gabón) a primera hora de la noche del 27 de abril. Repostó combustible y, según el gobierno gabonés, se vio que tenía un defecto mecánico. Se denegó el permiso para el despegue. Pero el piloto zambiano, también según los gaboneses, deseaba continuar el viaje y firmó documentos en los que eximía de responsabilidad a las autoridades del aeropuerto por permitirle marchar.
Poco antes de la una de la madrugada, hora de Gabón, el Buffalo emprendía el vuelo. A los pocos minutos tuvo problemas. «Vi fuego en el motor derecho manifestó posteriormente un testigo . Hubo una explosión, antes de que el avión se precipitara al mar».
A última hora de la mañana comenzaron a llegar a las oficinas del Times of Zambia las breves reseñas del desastre comunicadas por las agencias. A las once y media, un directivo futbolístico telefoneó al capitán del equipo, Kalusha Bwalya, que todavía no había salido de Holanda. «No fue capaz de decirme que habían muerto los chicos me contó Bwaya posteriormente . Sólo me dijo que su avión había tenido un accidente y que no hacía falta que yo viajase a Senegal». En el «cinturón del cobre», la esposa de Mumba, Regina, seguía atenta a la radio, como le había pedido su marido. «Un avión militar zambiano con unas treinta personas a bordo y en el que se cree viajaba toda la selección nacional de fútbol ha caído al mar frente a las costas de Gabón informó el servicio mundial de la BBC . No se tiene constancia de que haya supervivientes».
Sus temores se vieron pronto confirmados. Dennis Liwewe lloró al leer en la radio la lista de muertos. El presidente Frederick Chiluba, que se encontraba en Burundi en visita oficial, regresó al país. El ex presidente Kenneth Kaunda, bajo cuyo patrocinio se conoció a la selección con el nombre de «los once de K. K.», lloró, sin poder dar crédito a lo que escuchaba precisamente el día en que cumplía sesenta y nueve años. En el «cinturón del cobre», donde residían casi todas las víctimas, se oían gemidos por la calle. «Ba Zambia baya, tubalili ba Zambia», decían los doloridos hinchas en bemba, la lengua tribal más común de la nación. «Zambia ha desaparecido, lloremos a Zambia».
Chiluba decretó una semana de luto. Se enviaron investigadores a Gabón, donde, treinta y seis horas después del accidente, el mar seguía llevando cadáveres a la costa. De los treinta cuerpos sólo pudo identificarse con seguridad a ocho. Todos los restos se colocaron, algunos al azar, en ataúdes de aluminio que fueron precintados y etiquetados. Entretanto, altos cargos de Gabón (según Zambia) disuadieron a los investigadores zambianos para esclarecer las causas del accidente.
En el aeropuerto internacional de Lusaka, el presidente Chiluba se arrodilló para saludar a las familias de los fallecidos, que aguardaban allí. También se encontraba Kalusha Bwalya, que había llegado de Amsterdam. Muy famoso en Zambia, Bwalya fue reconocido por los hinchas, que se pusieron a canturrear. «Kalusha, tienes que hacer un nuevo equipo, un nuevo equipo», le decían cantando en lengua bemba. «Podía notar las raíces de mi pelo me dijo Bwalya -. Todavía no habían enterrado a los muertos. Sus familias estaban sentadas detrás de mí, en la pista de despegue».
Cuando aterrizó el DC-8, las víctimas fueron transportadas en coches fúnebres durante un recorrido de tres horas por la abarrotada ruta de veintiocho kilómetros hasta llegar al estadio de la Independencia. Se les hizo dar una vuelta de honor por la pista de atletismo antes de colocar los ataúdes sobre el terreno de juego.
En su discurso, el presidente Chiluba alabó a los jóvenes no sólo como futbolistas sino también como arquitectos de la unidad nacional. Cleopatra Mwitwa, viuda de uno de los jugadores, dobló su cuerpo súbitamente, a punto de dar a luz. Fue trasladada al hospital y su hija recién nacida se incorporó a los noventa hijos que dejaban los fallecidos.
Para comprender el fútbol zambiano, hay que empezar por el balón que utilizan los niños descalzos y de piernas esqueléticas que juegan en los caminos polvorientos y en los patios de los colegios. Algunos balones están hechos con trapos. En la zona pobre de Chibolya, en Lusaka, una informe extensión de basureros «chibolya» significa basurero en la jerga zambiana , el maestro fabricante de balones Dido Samukoko utiliza plástico y bramante. Saca hebras de plástico de un saco de harina de maíz, las enrolla formando una pelota, la envuelve con una bolsa de plástico rota, sella los bordes con la llama de una vela y después la ata con bramante. El resultado parece un repollo. A veces cose remiendos de cuero, cortados de muebles que encuentra por los alrededores. «De ese modo explica con una sonrisa- parece un balón de verdad».
Hechizos y técnica.- Bwalya recuerda perfectamente los balones de fútbol de su infancia. «Los había de todos los tamaños y formas. Blandos, duros y bamboleantes. Te enseñaban a tener un gran tacto y control del balón, sobre todo si jugabas descalzo». Se echa a reír. Bwalya también proviene del «cinturón del cobre», donde Zaire forma una cuña que penetra en Zambia. Esta zona es la tierra del fútbol zambiano desde los años veinte, cuando se popularizó el deporte entre los blancos propietarios de las minas coloniales. «Había entonces mucha brujería y medicinas tribales dijo Dennis Liwewe, el locutor de radio . La víspera de los partidos se untaban las heridas con excrementos de rinoceronte y dormían en una tumba. El juego era muy tosco. Simplemente, se lanzaba alto el balón».
Los entrenadores escoceses e ingleses imprimieron posteriormente más habilidad y disciplina al fútbol de Zambia entonces Rhodesia del Norte . Pero hasta 1982 no dio su salto definitivo, cuando la selección nacional quedó bajo la seria mirada de Brightwell Banda, coronel del Ejército zambiano. Lleno de jóvenes del «cinturón del cobre», los chicos de Banda formaron el equipo bien cohesionado que dio la fama a Zambia en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988. El equipo ganó a Italia por cuatro a cero y terminó en la quinta posición.
«Fue un gran equipo, el mejor de la historia de Zambia», recuerda Bwalya con tristeza. El mismo equipo, reforzado con otras incorporaciones, llegó a las rondas finales de la Copa de las Naciones Africanas en 1990 y 1992. Zambia aparecía destinada a ser el equipo revelación del Mundial de 1994, como lo fue Camerún en 1990É hasta que su Buffalo se cayó del cielo.
Mientras Zambia enterraba a sus muertos, las autoridades futbolísticas comenzaron a reconstruir la selección. El jugador de Wimbledon John Fashanu, nacido en Londres, aunque de origen nigeriano, acudió al funeral y fue reclutado para ayudar a buscar un entrenador británico para el equipo. Entretanto, la FIFA, el principal organismo futbolístico del mundo, suspendió el calendario de encuentros previsto para Zambia. Se organizó una nueva selección con sesenta jugadores de los principales equipos nacionales y a finales de mayo del año pasado el nuevo equipo se enfrentó a su primera prueba. La selección de Malawi llegó a Lusaka para disputar tres partidos amistosos. Zambia empató a uno en el primero, perdió el segundo por cero a uno y ganó rotundamente el tercero por cuatro a dos. El equipo renacido se iba abriendo camino y un nuevo e intenso canto surgió de los graderíos: «¡Ba, Zambia! ¡Chi-plo-polo, i-yee! Ba, Zambia! Chi-polo-polo, i-yee!» (¡Oh, Zambia! ¡Tenemos la fuerza de las grandes balas!)
El equipo pasó casi todo el mes de junio en Copenhague, como invitado del gobierno danés, trabajando con el entrenador nacional, Roald Poulsen. Kalusha Bwalya y otros zambianos residentes en Europa se unieron a ellos y, al final de la visita, Poulsen regresó con el equipo a Lusaka. Entretanto, por consejo de Fashanu, la Alta Comisión Británica, junto a empresarios de Zambia, patrocinó al ex entrenador del Chelsea, Ian Porterfield, un contrato de cuatro meses para hacerse cargo del equipo.
Porterfield llegó a Lusaka seis días antes de que el nuevo equipo de Zambia reanudase su calendario para el Mundial. El partido era contra Marruecos y se celebró en Lusaka el 4 de julio. «Yo no conocía al equipo dijo Porterfield . Pero tampoco Marruecos lo conocía». El caso es que no necesitó plan de juego. Los seguidores de Zambia convocaron todo tipo de apoyos. El día del partido, una escolta de motoristas de la Policía, la limusina del presidente Chiluba y el autocar del equipo se acercaron al cementerio. Se rindió un breve homenaje y el cortejo cotinuó su recorrido hasta penetrar en el abarrotado estadio. Surgieron los vítores de «chi-polo-polo» cuando Kalusha apareció al frente de sus hombres. Pero los marroquíes no se arredraron y consiguieron ponerse en cabeza por uno a cero durante la primera parte.
Entonces ocurrió algo extraño en el borde norte del estadio. Los hinchas, dirigiendo la mirada hacia las tumbas, comenzaron a canturrear, invocando la ayuda de sus héroes muertos. «Ba, Mutale, ven a marcar goles». Al regresar al terreno de juego, el equipo zambiano se vio sorprendido por aquellos macabros requerimientos e, inspirado, contraatacó. Dos goles, y el partido fue suyo.
Zambia estaba en marcha. Pero quedaba todavía afrontar el mayor desafío: una plaza en el Mundial. El trío de entrenadores, formado por Porterfield, Poulsen y el veterano entrenador autóctono Freddie Mwila, comenzó a dar bandazos. Poulsen regresó a Dinamarca tras no ver satisfechas sus demandas económicas, dejando a Porterfield y Mwila persiguiendo la clasificación para el Mundial. Consiguieron sólo un empate a cero en la repetición del partido contra Senegal que se suspendió a causa del accidente aéreo. Pero sus esperanzas de llegar a Estados Unidos no habían acabado en modo alguno. Necesitaban una victoria y un empate en los dos siguientes partidos de clasificación: contra Senegal, en casa, el 26 de septiembre y contra Marruecos, fuera, el 10 de octubre.
Entretanto, el enfrentamiento de Zambia con Gabón experimentaba una escalada. Los investigadores del accidente no localizaron hasta mediados de septiembre el tren de aterrizaje hundido del Buffalo y el sistema hidráulico, así como una hélice y el extintor de incendios. El avión militar no tenía caja negra. Para empeorar la relación, Zambia presentó una protesta contra el nombramiento por la FIFA de un gabonés para arbitrar el importantísimo partido contra Marruecos en Casablanca.
La FIFA rechazó la protesta.
El 26 de septiembre Zambia humilló a Senegal ganándo por cuatro a cero. «Jamás he visto una entrega así», comentó Porterfield. El espectacular resultado se transmitió por fax a las embajadas de Zambia de todo el mundo. La selección ya sólo necesitaba empatar contra Marruecos para obtener plaza en el Mundial. Pensando ya en el partido que había de disputarse en Casablanca, el fax añadía: «Tengan a bien recordar la canción Chi-polo-polo dondequiera que estén».
Un sueño al alcance.- El inminente partido dominaba los pensamientos de toda la nación. Si pudiese frenar a los marroquíes y empatar, el equipo surgido de las cenizas conseguiría lo que cinco meses antes había parecido imposible. Fui a Zambia a compartir la experiencia con sus hinchas, arracimados en torno a sus televisores y aparatos de radio para seguir al minuto el partido. Pero antes fui a visitar a una de las viudas que el accidente aéreo había dejado de luto, Joyce Chabala, esposa del famoso portero.
En medio de la renacida euforia nacional, las viudas se sentían perdidas, olvidadas y maltratadas. «El Gobierno nos ha abandonado a mí y a mi familia se lamentaba Joyce Chabala . Les interesa más el nuevo equipo». Estaba sentada en su casa del «cinturón del cobre», amamantando a sus gemelos Memory y David , nacidos después de la muerte de su padre. Después del accidente, Joyce Chabala había recibido del fondo nacional unas sesenta mil pesetas y unas setenta mil más por los hijos, que eran, por aquel entonces, cuatro. Le han prometido que recibirá lo que falta, pero ignora cuándo recibirá ese dinero. Todavía peor, el Gobierno no parece decidido a terminar la investigación sobre el accidente.«No hemos llegado a ver los cadáveres explicó la señora Chabala . Por eso estamos muy confusos todos». No tenía intención, concluyó, de ver el partido contra Marruecos por la televisión.
Iba a ser de los pocos zambianos que se lo perdieran. Durante gran parte del día del partido, las calles de Lusaka estuvieron vacías. Poco antes del saque inicial, a cinco mil kilómetros de Casablanca, un hombre solitario condujo su vehículo hacia las tumbas. Era Winson Gumboh, presidente en funciones de la Asociación de Fútbol de Zambia. Vestido de negro y sollozando, avanzó por entre las tumbas. «Señor, cantaba suavemente en tumbuka, la lengua de su tribu , podrás consolarlos hasta el día en que seamos llamados para unirnos a ellos?». Después se alejó en su vehículo para ver el partido.
Mientras, los hinchas del sucio y pobre suburbio de Matero, no muy alejado del estadio, se reunieron en bares y chozas y en las oscuras calles llenas de baches para ver y oír los comentarios de Dennis Liwewe, transmitidos en directo a través de la televisión y la radio. El consenso era abrumador: Zambia ganaría por cuatro a cero. Tres cortadores de leña, sentados entre sus sacos llenos de mercancía ilegal, eran pesimistas. «El árbitro no será justo musitaba uno, acurrucado sobre su transistor . Es de Gabón». Liwewe, que gritaba por las ondas desde Casablanca, estaba de acuerdo. Cuando comenzó sus comentarios, acrecentó la indignación. El árbitro salía en ese momento para examinar el terreno de juego. Saludaba con la mano al público marroquí. «Saludaba a los marroquíes».
A partir del toque de silbato, los zambianos tuvieron que resistir las fieras oleadas de los marroquíes. En el minuto cincuenta, un cabezazo a quemarropa de un delantero marroquí consiguió por fin un gol. Uno a cero a favor de Marruecos. Desesperado, un cortador de leña, previendo el desastre, cargó un saco en su su carretilla y se lo llevó. Casi todos los hinchas seguían absortos. En el minuto ochenta, el delantero zambiano Gibby Mbasela lanzó un tiro cruzado. El balón pareció estar una eternidad indeciso en la línea. En el bar, los hinchas estallaron de alegría. «Ba Zambia! Chi-polo-polo, i-yee!», exclamaron, confusos, alzando los brazos, seguros de que el balón había entrado en la portería. En realidad, el balón no había entrado, y la voz de Liwewe reanudó la transmisión. «Esperemos que en los próximos diez minutos llegue el gol. No hay que perder las esperanzas».
Se equivocaba. Al sonar el silbato final, un extraño silencio se adueñó del suburbio. El marcador señalaba: Marruecos 1, Zambia 0. La ilusión que había crecido en esos cinco meses había acabado de forma repentina.
En diciembre, cuando las lluvias hayan ablandado el pedregoso cementerio, se cavará un jardín con terrazas y se erigirá un monumento en memoria de los futbolistas caídos. A finales de invierno o en primavera, la FIFA organizará un partido entre Africa y el resto del mundo a beneficio de las viudas y sus hijos. Entretanto, en las calles y en los patios de los colegios, jóvenes descalzos persiguen sus balones de plástico y bramante, inspirados por el equipo que tan cerca estuvo de acudir a Estados Unidos.
El capitán de la selección, Kalusha Bwalya, tuvo suerte. No estaba convocado para el partido. Era demasiado fácil. Ahora puede llorar ante la tumba de sus compañeros, como lo hizo el ex presidente, Kenneth Kaunda, cuando se enteró del accidente que acabó con el «equipo K. K.», precisamente el día que cumplía sesenta y nueve años.
En las calles de los suburbios y en los patios de los colegios los niños persiguen sus balones de trapo y plástico. Emulan las jugadas de sus héroes fallecidos, los que estuvieron a punto de llegar al Mundial de Estados Unidos. Descalzos y con sus piernas esqueléticas, aspiran a devolver muy pronto a Zambia la grandeza de su fútbol.
Volver a empezar
Sabían que estaban expuestos a un accidente. El destartalado avión en el que viajaban les había dado ya varios sustos hasta que el 28 de abril del año pasado se precipitó al mar cuando se dirigían a Senegal para disputar un partido. En el accidente desapareció la selección nacional de Zambia. La tragedia conmocionó a un país pobre, donde el fútbol es la única religión capaz de unir a sus setenta y tres tribus. Pero un nuevo equipo ha resurgido con fuerza para llevar la ilusión perdida a los desconsolados hinchas.
#FUTBOL EN ZAMBIA
Por Dudley Doust
Desde las treinta tumbas, montones de tierra parda, se domina el seco y ondulado monte bajo. Están todas cubiertas de flores, marchitas o frescas, bajo plásticos polvorientos sujetos con ladrillos. En la cabecera de cada tumba hay una foto de un hombre que murió en el accidente de aviación. «Kangwa ha escrito una persona dolorida al borde de una de las fotos , ¿de verdad te has ido?».
Cuando me inclinaba para leer otra inscripción garabateada, se oyó a mi espalda un chasquido. «India Uno a control...». Era el transmisor de un vigilante que informaba de mi aparición. Para visitar el lugar se requiere autorización, ya que, durante las semanas posteriores a la tragedia, robaban las flores de las tumbas. «Hinchas futbolísticos me explicó el vigilante- que se llevaban recuerdos».
En el cementerio, situado en un pedregal frente al estadio de la Independencia, de Lusaka, reposan los treinta zambianos, entre ellos los dieciocho jugadores y los seis entrenadores y directivos de la selección nacional, que murieron el 28 de abril del año pasado al estallar y caer al Atlántico, frente a las costas de Gabón, el avión en el que viajaban. El equipo, puntal del fútbol africano, se dirigía a Senegal para disputar un partido clasificatorio para el Mundial. La noticia del accidente apenas se difundió fuera de Africa, pero llevó la desolación al pueblo de Zambia. «La capacidad de Zambia para sobreponerse a esta tragedia decidirá su suerte futbolística decía a la mañana siguiente el periódico Times of Zambia . Si había llegado tan lejos, no hay motivos para no creer que no pueda resurgir de las cenizas de esta tragedia».
El fútbol es un factor de gran importancia en Africa, sobre todo en esta enorme república de escasa población con una inflación del 200 por ciento anual y en la que abunda el paro. «Tenemos setenta y tres tribus que hablan nueve lenguas dice el locutor Dennis Liwewe, la "voz" del fútbol zambiano .
Somos mayoritariamente cristianos, pero no se llamen ustedes a engaño: la religión que nos une es el fútbol». A comienzos del año pasado, el equipo zambiano, con su mezcla de juventud y experiencia, tenía muchas esperanzas. Por primera vez, era serio candidato a uno de los tres puestos africanos de las finales del Mundial, que se disputará este verano en Estados Unidos.
Cruciales para esas esperanzas eran dos partidos que debían jugarse durante una gira de doce días: contra Mauricio, el 25 de abril, y contra Senegal, el 2 de mayo. El equipo de Mauricio era flojo y por eso la Asociación de Fútbol de Zambia, escasa de fondos, no recurrió a sus tres jugadores establecidos en Europa, en especial el capitán del equipo, Kalusha Bwalya, un delantero de categoría mundial que juega en el equipo holandés PSV Eindhoven. Convocaron para la ocasión a brillantes secundarios, como el rápido defensa Winter Mumba. De veintitrés años, era semiprofesional, como casi todos sus compañeros, y ganaba quince mil pesetas al mes trabajando de mecánico en las minas de cobre del norte, la principal cantera futbolística del país.
El cinturón del cobre.- Mumba vivía en una casa de su empresa, de color azul pálido, junto a un basurero, que se encontraba siempre repleta, debido a la nutrida familia del jugador. Compartía con su esposa, Regina, embarazada de ocho meses, los tres dormitorios con ocho parientes, todos en paro menos dos.
Mumba estaba deseando jugar en Europa y, para fortalecer su ilusión, tenía pegado en la puerta de la cocina un póster de Paul Gascoigne. Sin embargo, su equipo favorito era el Manchester City, cuya foto tenía en una librería en un bello marco azul celeste. Su última noche la pasó viendo vídeos de partidos del Manchester City.
Junto a otros jugadores del llamado cinturón del cobre, Mumba viajó cinco horas en autocar para reunirse con el resto del equipo en Lusaka. Una vez allí, el 21 de abril, él y sus diecisiete compañeros de equipo, más siete entrenadores y directivos, cinco miembros de la tripulación y dos periodistas, subieron a un DHC-5 Havilland Buffalo.
El equipo solía desplazarse habitualmente en un Boeing 737, o al menos en un DC-10, alquilado a las líneas aéreas de Zambia. Sin embargo, en esta ocasión, la Asociación Nacional de Fútbol no podía pagar semejante lujo. Se ahorró unos cinco millones de pesetas una nimiedad en el presupuesto de cualquier nación futbolística importante, pero que en Africa constituye una fortuna contratando un Buffalo con veinte años de servicio, un avión destinado al transporte de soldados en distancias cortas, perteneciente a las Fuerzas Aéreas.
La primera etapa del viaje a Mauricio fue penosa. «El avión temblaba continuamente recuerda la periodista Beauty Lupiya, del Times of Zambia . Los motores hacían tanto ruido que tuve que taparme los oídos con las manos». El renqueante Buffalo hizo su escala prevista en Malawi para repostar combustible, pero, al ser un avión militar, se vio inmediatamente obstaculizado por medidas de seguridad. «El avión fue rodeado por soldados dice Lupiya . No permitieron salir a los jugadores. Tuvieron que pasar la noche en los asientos del avión. Yo dormí en la sala de control de pasaportes».
A la mañana siguiente, obtenido el permiso para continuar viaje, el Buffalo se puso en marcha para cruzar el océano Indico, haciendo de nuevo escala en Madagascar para repostar. Lupiya se sentó junto a Kelvin Mutale, el mayor goleador de la liga zambiana, un alegre joven de veinticuatro años, considerado el mejor jugador en un cuarto de siglo. Mutale le tomó el pelo a la guapa periodista. «Beauty le dijo , si nos estrellamos en el mar, el avión flotará. Tiene chalecos salvavidas. Tenemos muchas posibilidades de escapar de la muerte». A Beauty no le hizo ninguna gracia. «Calla ya le dijo , decir esas cosas no es bueno».
El estado de ánimo del equipo cambió en Mauricio. Gracias a la genialidad de Mutale, Zambia ganó por tres a cero. Pero posteriormente, en el vestíbulo del hotel, los jugadores mostraron su preocupación por la siguiente etapa de su gira: un largo vuelo pasando por Lusaka, sobre el corazón de Africa, con escalas para repostar en Congo y Gabón, tras lo cual pasarían una noche en Costa de Marfil antes de seguir hasta Senegal. Allí se reunirían con ellos su capitán, Kalusha Bwalya, y los otros dos compañeros de equipo procedentes de Europa.
Los jugadores estaban inquietos. Instaron a Lupiya a escribir un artículo diciendo que se merecían un avión mejor. Pero Efford Chabala, veterano portero y capitán en funciones, lo impidió. «No escribas nada le dijo . Tenemos que conservar nuestros empleos. Si nos estrellamos y por algún milagro sales viva, puedes decirle a todo el país que el Buffalo no es el mejor medio para viajar».
Sin embargo, los jugadores confiaban en que se les proporcionaría otro avión después de pernoctar en Lusaka. Durante el vuelo, Mutale, persona habitualmente alegre, estaba alicaído. «Me contó que había tenido la premonición de que habría un accidente», recuerda Lupiya. Al aterrizar en Lusaka, el equipo pidió al Times of Zambia que enviase a Lupiya con ellos a Senegal. Ella estaba deseosa de ir. Pero Davey Sakala, el jefe de la sección de deportes, contestó que no, que a Senegal no iría nadie. «Davey me salvó la vida confiesa Lupiya . Y quizá, si hubiese escrito sobre las malas condiciones del Buffalo, podría haber salvado también las vidas de los chicos».
Desde el hotel de Lusaka donde se hospedó el equipo, Momba telefoneó a su esposa. Con un tono solemne, le dijo que confiaba en que el equipo cambiase de avión para ir a Senegal. «El Buffalo casi nos hace zambullirnos en el océano Indico le comentó . Queremos un DC-10». A las ocho de la mañana del día siguiente la volvió a telefonear desde el aeropuerto. Les habían dado otro Buffalo, que estaban revisando en ese momento. «Reza por nosotros y escucha la radio. Entérate de si hemos llegado bien a Senegal».
Un buffalo peligroso.- A las dos de la tarde, con nueve horas de retraso, el Buffalo despegó por fin. Sin Lupiya y sin uno de los directivos. Llegó a Brazzaville sin novedad, pero, según altos mandos congoleños, se detectó un fallo en el motor. No se disponía de la pieza de repuesto. El avión repostó combustible y siguió su viaje. Lo que ocurrió exactamente después sigue sin estar claro. El avión llegó al aeropuerto de Libreville (Gabón) a primera hora de la noche del 27 de abril. Repostó combustible y, según el gobierno gabonés, se vio que tenía un defecto mecánico. Se denegó el permiso para el despegue. Pero el piloto zambiano, también según los gaboneses, deseaba continuar el viaje y firmó documentos en los que eximía de responsabilidad a las autoridades del aeropuerto por permitirle marchar.
Poco antes de la una de la madrugada, hora de Gabón, el Buffalo emprendía el vuelo. A los pocos minutos tuvo problemas. «Vi fuego en el motor derecho manifestó posteriormente un testigo . Hubo una explosión, antes de que el avión se precipitara al mar».
A última hora de la mañana comenzaron a llegar a las oficinas del Times of Zambia las breves reseñas del desastre comunicadas por las agencias. A las once y media, un directivo futbolístico telefoneó al capitán del equipo, Kalusha Bwalya, que todavía no había salido de Holanda. «No fue capaz de decirme que habían muerto los chicos me contó Bwaya posteriormente . Sólo me dijo que su avión había tenido un accidente y que no hacía falta que yo viajase a Senegal». En el «cinturón del cobre», la esposa de Mumba, Regina, seguía atenta a la radio, como le había pedido su marido. «Un avión militar zambiano con unas treinta personas a bordo y en el que se cree viajaba toda la selección nacional de fútbol ha caído al mar frente a las costas de Gabón informó el servicio mundial de la BBC . No se tiene constancia de que haya supervivientes».
Sus temores se vieron pronto confirmados. Dennis Liwewe lloró al leer en la radio la lista de muertos. El presidente Frederick Chiluba, que se encontraba en Burundi en visita oficial, regresó al país. El ex presidente Kenneth Kaunda, bajo cuyo patrocinio se conoció a la selección con el nombre de «los once de K. K.», lloró, sin poder dar crédito a lo que escuchaba precisamente el día en que cumplía sesenta y nueve años. En el «cinturón del cobre», donde residían casi todas las víctimas, se oían gemidos por la calle. «Ba Zambia baya, tubalili ba Zambia», decían los doloridos hinchas en bemba, la lengua tribal más común de la nación. «Zambia ha desaparecido, lloremos a Zambia».
Chiluba decretó una semana de luto. Se enviaron investigadores a Gabón, donde, treinta y seis horas después del accidente, el mar seguía llevando cadáveres a la costa. De los treinta cuerpos sólo pudo identificarse con seguridad a ocho. Todos los restos se colocaron, algunos al azar, en ataúdes de aluminio que fueron precintados y etiquetados. Entretanto, altos cargos de Gabón (según Zambia) disuadieron a los investigadores zambianos para esclarecer las causas del accidente.
En el aeropuerto internacional de Lusaka, el presidente Chiluba se arrodilló para saludar a las familias de los fallecidos, que aguardaban allí. También se encontraba Kalusha Bwalya, que había llegado de Amsterdam. Muy famoso en Zambia, Bwalya fue reconocido por los hinchas, que se pusieron a canturrear. «Kalusha, tienes que hacer un nuevo equipo, un nuevo equipo», le decían cantando en lengua bemba. «Podía notar las raíces de mi pelo me dijo Bwalya -. Todavía no habían enterrado a los muertos. Sus familias estaban sentadas detrás de mí, en la pista de despegue».
Cuando aterrizó el DC-8, las víctimas fueron transportadas en coches fúnebres durante un recorrido de tres horas por la abarrotada ruta de veintiocho kilómetros hasta llegar al estadio de la Independencia. Se les hizo dar una vuelta de honor por la pista de atletismo antes de colocar los ataúdes sobre el terreno de juego.
En su discurso, el presidente Chiluba alabó a los jóvenes no sólo como futbolistas sino también como arquitectos de la unidad nacional. Cleopatra Mwitwa, viuda de uno de los jugadores, dobló su cuerpo súbitamente, a punto de dar a luz. Fue trasladada al hospital y su hija recién nacida se incorporó a los noventa hijos que dejaban los fallecidos.
Para comprender el fútbol zambiano, hay que empezar por el balón que utilizan los niños descalzos y de piernas esqueléticas que juegan en los caminos polvorientos y en los patios de los colegios. Algunos balones están hechos con trapos. En la zona pobre de Chibolya, en Lusaka, una informe extensión de basureros «chibolya» significa basurero en la jerga zambiana , el maestro fabricante de balones Dido Samukoko utiliza plástico y bramante. Saca hebras de plástico de un saco de harina de maíz, las enrolla formando una pelota, la envuelve con una bolsa de plástico rota, sella los bordes con la llama de una vela y después la ata con bramante. El resultado parece un repollo. A veces cose remiendos de cuero, cortados de muebles que encuentra por los alrededores. «De ese modo explica con una sonrisa- parece un balón de verdad».
Hechizos y técnica.- Bwalya recuerda perfectamente los balones de fútbol de su infancia. «Los había de todos los tamaños y formas. Blandos, duros y bamboleantes. Te enseñaban a tener un gran tacto y control del balón, sobre todo si jugabas descalzo». Se echa a reír. Bwalya también proviene del «cinturón del cobre», donde Zaire forma una cuña que penetra en Zambia. Esta zona es la tierra del fútbol zambiano desde los años veinte, cuando se popularizó el deporte entre los blancos propietarios de las minas coloniales. «Había entonces mucha brujería y medicinas tribales dijo Dennis Liwewe, el locutor de radio . La víspera de los partidos se untaban las heridas con excrementos de rinoceronte y dormían en una tumba. El juego era muy tosco. Simplemente, se lanzaba alto el balón».
Los entrenadores escoceses e ingleses imprimieron posteriormente más habilidad y disciplina al fútbol de Zambia entonces Rhodesia del Norte . Pero hasta 1982 no dio su salto definitivo, cuando la selección nacional quedó bajo la seria mirada de Brightwell Banda, coronel del Ejército zambiano. Lleno de jóvenes del «cinturón del cobre», los chicos de Banda formaron el equipo bien cohesionado que dio la fama a Zambia en los Juegos Olímpicos de Seúl de 1988. El equipo ganó a Italia por cuatro a cero y terminó en la quinta posición.
«Fue un gran equipo, el mejor de la historia de Zambia», recuerda Bwalya con tristeza. El mismo equipo, reforzado con otras incorporaciones, llegó a las rondas finales de la Copa de las Naciones Africanas en 1990 y 1992. Zambia aparecía destinada a ser el equipo revelación del Mundial de 1994, como lo fue Camerún en 1990É hasta que su Buffalo se cayó del cielo.
Mientras Zambia enterraba a sus muertos, las autoridades futbolísticas comenzaron a reconstruir la selección. El jugador de Wimbledon John Fashanu, nacido en Londres, aunque de origen nigeriano, acudió al funeral y fue reclutado para ayudar a buscar un entrenador británico para el equipo. Entretanto, la FIFA, el principal organismo futbolístico del mundo, suspendió el calendario de encuentros previsto para Zambia. Se organizó una nueva selección con sesenta jugadores de los principales equipos nacionales y a finales de mayo del año pasado el nuevo equipo se enfrentó a su primera prueba. La selección de Malawi llegó a Lusaka para disputar tres partidos amistosos. Zambia empató a uno en el primero, perdió el segundo por cero a uno y ganó rotundamente el tercero por cuatro a dos. El equipo renacido se iba abriendo camino y un nuevo e intenso canto surgió de los graderíos: «¡Ba, Zambia! ¡Chi-plo-polo, i-yee! Ba, Zambia! Chi-polo-polo, i-yee!» (¡Oh, Zambia! ¡Tenemos la fuerza de las grandes balas!)
El equipo pasó casi todo el mes de junio en Copenhague, como invitado del gobierno danés, trabajando con el entrenador nacional, Roald Poulsen. Kalusha Bwalya y otros zambianos residentes en Europa se unieron a ellos y, al final de la visita, Poulsen regresó con el equipo a Lusaka. Entretanto, por consejo de Fashanu, la Alta Comisión Británica, junto a empresarios de Zambia, patrocinó al ex entrenador del Chelsea, Ian Porterfield, un contrato de cuatro meses para hacerse cargo del equipo.
Porterfield llegó a Lusaka seis días antes de que el nuevo equipo de Zambia reanudase su calendario para el Mundial. El partido era contra Marruecos y se celebró en Lusaka el 4 de julio. «Yo no conocía al equipo dijo Porterfield . Pero tampoco Marruecos lo conocía». El caso es que no necesitó plan de juego. Los seguidores de Zambia convocaron todo tipo de apoyos. El día del partido, una escolta de motoristas de la Policía, la limusina del presidente Chiluba y el autocar del equipo se acercaron al cementerio. Se rindió un breve homenaje y el cortejo cotinuó su recorrido hasta penetrar en el abarrotado estadio. Surgieron los vítores de «chi-polo-polo» cuando Kalusha apareció al frente de sus hombres. Pero los marroquíes no se arredraron y consiguieron ponerse en cabeza por uno a cero durante la primera parte.
Entonces ocurrió algo extraño en el borde norte del estadio. Los hinchas, dirigiendo la mirada hacia las tumbas, comenzaron a canturrear, invocando la ayuda de sus héroes muertos. «Ba, Mutale, ven a marcar goles». Al regresar al terreno de juego, el equipo zambiano se vio sorprendido por aquellos macabros requerimientos e, inspirado, contraatacó. Dos goles, y el partido fue suyo.
Zambia estaba en marcha. Pero quedaba todavía afrontar el mayor desafío: una plaza en el Mundial. El trío de entrenadores, formado por Porterfield, Poulsen y el veterano entrenador autóctono Freddie Mwila, comenzó a dar bandazos. Poulsen regresó a Dinamarca tras no ver satisfechas sus demandas económicas, dejando a Porterfield y Mwila persiguiendo la clasificación para el Mundial. Consiguieron sólo un empate a cero en la repetición del partido contra Senegal que se suspendió a causa del accidente aéreo. Pero sus esperanzas de llegar a Estados Unidos no habían acabado en modo alguno. Necesitaban una victoria y un empate en los dos siguientes partidos de clasificación: contra Senegal, en casa, el 26 de septiembre y contra Marruecos, fuera, el 10 de octubre.
Entretanto, el enfrentamiento de Zambia con Gabón experimentaba una escalada. Los investigadores del accidente no localizaron hasta mediados de septiembre el tren de aterrizaje hundido del Buffalo y el sistema hidráulico, así como una hélice y el extintor de incendios. El avión militar no tenía caja negra. Para empeorar la relación, Zambia presentó una protesta contra el nombramiento por la FIFA de un gabonés para arbitrar el importantísimo partido contra Marruecos en Casablanca.
La FIFA rechazó la protesta.
El 26 de septiembre Zambia humilló a Senegal ganándo por cuatro a cero. «Jamás he visto una entrega así», comentó Porterfield. El espectacular resultado se transmitió por fax a las embajadas de Zambia de todo el mundo. La selección ya sólo necesitaba empatar contra Marruecos para obtener plaza en el Mundial. Pensando ya en el partido que había de disputarse en Casablanca, el fax añadía: «Tengan a bien recordar la canción Chi-polo-polo dondequiera que estén».
Un sueño al alcance.- El inminente partido dominaba los pensamientos de toda la nación. Si pudiese frenar a los marroquíes y empatar, el equipo surgido de las cenizas conseguiría lo que cinco meses antes había parecido imposible. Fui a Zambia a compartir la experiencia con sus hinchas, arracimados en torno a sus televisores y aparatos de radio para seguir al minuto el partido. Pero antes fui a visitar a una de las viudas que el accidente aéreo había dejado de luto, Joyce Chabala, esposa del famoso portero.
En medio de la renacida euforia nacional, las viudas se sentían perdidas, olvidadas y maltratadas. «El Gobierno nos ha abandonado a mí y a mi familia se lamentaba Joyce Chabala . Les interesa más el nuevo equipo». Estaba sentada en su casa del «cinturón del cobre», amamantando a sus gemelos Memory y David , nacidos después de la muerte de su padre. Después del accidente, Joyce Chabala había recibido del fondo nacional unas sesenta mil pesetas y unas setenta mil más por los hijos, que eran, por aquel entonces, cuatro. Le han prometido que recibirá lo que falta, pero ignora cuándo recibirá ese dinero. Todavía peor, el Gobierno no parece decidido a terminar la investigación sobre el accidente.«No hemos llegado a ver los cadáveres explicó la señora Chabala . Por eso estamos muy confusos todos». No tenía intención, concluyó, de ver el partido contra Marruecos por la televisión.
Iba a ser de los pocos zambianos que se lo perdieran. Durante gran parte del día del partido, las calles de Lusaka estuvieron vacías. Poco antes del saque inicial, a cinco mil kilómetros de Casablanca, un hombre solitario condujo su vehículo hacia las tumbas. Era Winson Gumboh, presidente en funciones de la Asociación de Fútbol de Zambia. Vestido de negro y sollozando, avanzó por entre las tumbas. «Señor, cantaba suavemente en tumbuka, la lengua de su tribu , podrás consolarlos hasta el día en que seamos llamados para unirnos a ellos?». Después se alejó en su vehículo para ver el partido.
Mientras, los hinchas del sucio y pobre suburbio de Matero, no muy alejado del estadio, se reunieron en bares y chozas y en las oscuras calles llenas de baches para ver y oír los comentarios de Dennis Liwewe, transmitidos en directo a través de la televisión y la radio. El consenso era abrumador: Zambia ganaría por cuatro a cero. Tres cortadores de leña, sentados entre sus sacos llenos de mercancía ilegal, eran pesimistas. «El árbitro no será justo musitaba uno, acurrucado sobre su transistor . Es de Gabón». Liwewe, que gritaba por las ondas desde Casablanca, estaba de acuerdo. Cuando comenzó sus comentarios, acrecentó la indignación. El árbitro salía en ese momento para examinar el terreno de juego. Saludaba con la mano al público marroquí. «Saludaba a los marroquíes».
A partir del toque de silbato, los zambianos tuvieron que resistir las fieras oleadas de los marroquíes. En el minuto cincuenta, un cabezazo a quemarropa de un delantero marroquí consiguió por fin un gol. Uno a cero a favor de Marruecos. Desesperado, un cortador de leña, previendo el desastre, cargó un saco en su su carretilla y se lo llevó. Casi todos los hinchas seguían absortos. En el minuto ochenta, el delantero zambiano Gibby Mbasela lanzó un tiro cruzado. El balón pareció estar una eternidad indeciso en la línea. En el bar, los hinchas estallaron de alegría. «Ba Zambia! Chi-polo-polo, i-yee!», exclamaron, confusos, alzando los brazos, seguros de que el balón había entrado en la portería. En realidad, el balón no había entrado, y la voz de Liwewe reanudó la transmisión. «Esperemos que en los próximos diez minutos llegue el gol. No hay que perder las esperanzas».
Se equivocaba. Al sonar el silbato final, un extraño silencio se adueñó del suburbio. El marcador señalaba: Marruecos 1, Zambia 0. La ilusión que había crecido en esos cinco meses había acabado de forma repentina.
En diciembre, cuando las lluvias hayan ablandado el pedregoso cementerio, se cavará un jardín con terrazas y se erigirá un monumento en memoria de los futbolistas caídos. A finales de invierno o en primavera, la FIFA organizará un partido entre Africa y el resto del mundo a beneficio de las viudas y sus hijos. Entretanto, en las calles y en los patios de los colegios, jóvenes descalzos persiguen sus balones de plástico y bramante, inspirados por el equipo que tan cerca estuvo de acudir a Estados Unidos.
El capitán de la selección, Kalusha Bwalya, tuvo suerte. No estaba convocado para el partido. Era demasiado fácil. Ahora puede llorar ante la tumba de sus compañeros, como lo hizo el ex presidente, Kenneth Kaunda, cuando se enteró del accidente que acabó con el «equipo K. K.», precisamente el día que cumplía sesenta y nueve años.
En las calles de los suburbios y en los patios de los colegios los niños persiguen sus balones de trapo y plástico. Emulan las jugadas de sus héroes fallecidos, los que estuvieron a punto de llegar al Mundial de Estados Unidos. Descalzos y con sus piernas esqueléticas, aspiran a devolver muy pronto a Zambia la grandeza de su fútbol.
Dahlin- Premier League Legend
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Gooolazo para Camerún, gol olímpico de Emana para los leones indomables.
Egipto 0-1 Camerún
Egipto 0-1 Camerún
Re: Orange Africa Cup of Nations
Empata Egipto.
Method Man- Campeón del Mundo
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Re: Orange Africa Cup of Nations
Zambia 0-0 Nigeria
Nigeria pasa a semifianles por penaltis (4-5).
Muy buena la participación de Zambia en esta Copa de África, no se esperaba que pasaran de la fase de grupos y ha dado la cara hasta el final.
Nigeria pasa a semifianles por penaltis (4-5).
Muy buena la participación de Zambia en esta Copa de África, no se esperaba que pasaran de la fase de grupos y ha dado la cara hasta el final.
Re: Orange Africa Cup of Nations
Esta CAN premia a los técnicos locales
Siempre se ha identificado la evolución del fútbol africano por la llegada de técnicos extranjeros, pero lo cierto es que esta CAN no lo demuestra. No funcionó Le Guen en Camerún ni Halilhodzic en Costa de Marfil. También decepcionó Paulo Duarte en la ultradefensiva Burkina, e incluso se ha frenado el trabajo de Giresse en Gabón. Este último sigue teniendo crédito, el resto lo dudo. Lo cierto es que de los cuatro semifinalistas tres son técnicos locales. Tras años de extravagancias como el italiano Tardelli, Egipto le confió el banquillo a Hassan Sehata, que confió en jugadores de la liga local: lleva dos CAN seguidas. Argelia pinchó en hueso hasta que pensó en un viejo ídolo local como Rabah Saadane. Llegó para suplir al francés Jean Michel Cavali, premio para quien le conozca. El juego argelino podrá gustar o no, pero Saadane le saca el máximo a una selección con menos talento que otras. Sigo pensando que llegarán a la final. Shaibu Amodu es nigeriano y ha metido a su selección en semifinales en medio de unas tremendas críticas y la espada encima permanentemente. El único extranjero es Rajevac, en Ghana, para mí la más decepcionante de las cuatro. El fútbol africano demanda más técnicos locales conocedores del medio y menos extranjeros.
Muy buen dato, me gusta que las selecciones apuesten cada vez más por técnicos locales y no vayan a buscar entrenadores mediocres, salvo alguna escepción, a Europa. Así se pontecia más el fútbol de los paises africanos.
Siempre se ha identificado la evolución del fútbol africano por la llegada de técnicos extranjeros, pero lo cierto es que esta CAN no lo demuestra. No funcionó Le Guen en Camerún ni Halilhodzic en Costa de Marfil. También decepcionó Paulo Duarte en la ultradefensiva Burkina, e incluso se ha frenado el trabajo de Giresse en Gabón. Este último sigue teniendo crédito, el resto lo dudo. Lo cierto es que de los cuatro semifinalistas tres son técnicos locales. Tras años de extravagancias como el italiano Tardelli, Egipto le confió el banquillo a Hassan Sehata, que confió en jugadores de la liga local: lleva dos CAN seguidas. Argelia pinchó en hueso hasta que pensó en un viejo ídolo local como Rabah Saadane. Llegó para suplir al francés Jean Michel Cavali, premio para quien le conozca. El juego argelino podrá gustar o no, pero Saadane le saca el máximo a una selección con menos talento que otras. Sigo pensando que llegarán a la final. Shaibu Amodu es nigeriano y ha metido a su selección en semifinales en medio de unas tremendas críticas y la espada encima permanentemente. El único extranjero es Rajevac, en Ghana, para mí la más decepcionante de las cuatro. El fútbol africano demanda más técnicos locales conocedores del medio y menos extranjeros.
Muy buen dato, me gusta que las selecciones apuesten cada vez más por técnicos locales y no vayan a buscar entrenadores mediocres, salvo alguna escepción, a Europa. Así se pontecia más el fútbol de los paises africanos.
Re: Orange Africa Cup of Nations
A Sehata lo conocia porque hizo campeona a Egipto en la copa de África pasada, que jugaron en casa
Por cierto, tiene cierto aire a......
Por cierto, tiene cierto aire a......
Dahlin- Premier League Legend
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